Antes de la invención del papel higiénico se utilizaban materiales diversos:
lechuga, trapos, pieles, césped, hojas de coco o de maíz. Los antiguos griegos se aseaban con trozos de arcilla y piedras, mientras que los romanos se
servían de esponjas amarradas a un palo y
empapadas en agua salada. Por su parte, los inuit
optaban por musgo en verano y por nieve en
invierno, y para las gentes de zonas costeras la solución procedía de
las conchas marinas y las algas.
Los primeros en crear y
usar papel higiénico fueron los chinos, quienes en el siglo II A.d.C.
ya diseñaron un papel cuyo uso principal era el aseo íntimo. Varios siglos más
tarde (allá por el siglo XVI), las hojas chinas de papel destacaban por su gran
tamaño (medio metro de ancho por 90 centímetros de alto). Sin duda, estas hojas
estaban en consonancia con la posición jerárquica de sus usuarios: los propios
emperadores y sus cortesanos.
En higiene personal las clases sociales estaban bien delimitadas. Los antiguos romanos de las clases pudientes utilizaban
lana bien empapada en agua de rosas, mientras que
la realeza francesa utilizaba nada menos que encaje y sedas. La hoja de cáñamo era el más internacional de los materiales
utilizados por los ricos y poderosos.
Joseph C. Gayetty fue el primero en comercializar el papel higiénico allá por 1857. El producto primigenio consistía en láminas de
papel humedecido con aloe, denominado “papel medicinal de Gayetty”, un auténtico
lujo para los más hedonistas. El nuevo producto, de precio prohibitivo, se
comercializaba bajo un visionario eslogan: “la mayor necesidad de nuestra era,
el papel medicinal de Gayetty para el baño”.
En 1880 los hermanos Edward
y Clarence Scott comienzan a comercializar el
papel enrollado que hoy conocemos. Una presentación en sociedad llena
de obstáculos dados los muchos tabúes que rodeaban al nuevo producto. Por la
época se consideraba inmoral y pernicioso que el papel estuviera expuesto en las
tiendas a la vista del público en general.
Pero el papel de los orígenes no era el producto suave y absorbente de nuestros
días. En 1935 se lanza un papel higiénico
mejorado bajo el reclamo de “papel libre de
astillas”. Esto nos hace deducir que lo habitual de la época era que el
papel higiénico contara con alguna que otra impureza.
La importancia del papel higiénico en nuestros días es incuestionable, testigo
de ello es el reconocimiento recibido por Kimberly-Clark
en 1944 a cargo del Gobierno de los Estados Unidos. El motivo de dicho
reconocimiento fue (citamos palabras textuales) “su heroico esfuerzo en el
suministro a los soldados durante la II Guerra Mundial”.
Dicha importancia llegó a ser estratégica en la Operación
Tormenta del Desierto de la Guerra del Golfo. El verde de los tanques
estadounidenses contrastaba demasiado con las blancas arenas del desierto y no
se contaba con el tiempo necesario para pintar los vehículos. Se optó por
envolver los tanques en papel higiénico como técnica de
camuflaje de última hora.
De ser un producto denostado y vendido discretamente en la trastienda, el papel
higiénico se ha convertido en el protagonista de pasarelas
de moda, obras de arte y delicados trabajos de papiroflexia. Artistas
plásticos de renombre como Christo, Anastassia Elias o Yuken Teruya han
utilizado papel higiénico como material para sus trabajos. En el terreno de la
moda, es célebre el certamen Cheap Chic Weddings Toilet Paper
Wedding Dress Contest, que cada año reúne en Estados Unidos a las más
originales propuestas de vestidos nupciales confeccionados
con papel higiénico.
El papel higiénico tal cual lo conocemos hoy en día ha experimentado un gran
desarrollo a lo largo de los cerca de 140 años que han transcurrido desde su
invención. A la doble capa del papel (incorporada en 1942) se suman tecnologías punteras que aportan mayor suavidad y
absorción (como la UCTAD, desarrollada y patentada por Kimberly-Clark). La
última innovación del producto supone incorporar loción de karité, un fruto
natural con reconocidas propiedades cosméticas.
Fuentes: Wikipedia/Scottex